Por Juan Carlos de La Fuente
Además del temor de quedarse sin carga en pleno tráfico, también está la incógnita de cuánto nos puede durar una batería. Es un cuestionamiento válido ya que se trata de una pieza sumamente cara y de esta depende directamente el rendimiento del vehículo como la autonomía y afecta a su valor de reventa.
Las baterías no son eternas, de la misma forma que un motor a combustión tampoco lo es. Según un estudio de la consultora P3, examinaron 50 vehículos eléctricos de su propia flota y, luego, analizaron datos de unos 7,000 autos eléctricos que fueron recopilados por la empresa austriaca de diagnóstico de baterías AVILOO para conocer el estado de salud de las mismas.
Las baterías se cargaron al máximo (100%) y se usaron hasta contar con un 10% de carga. Durante los primeros 30,000 kilómetros de uso, la degradación hizo que la salud descienda a un 95%, algo inevitable para cualquier batería. Al llegar a los 100,000 km, la salud promedio estuvo en un 90% y, el estudio afirma que entre los 200,000 y 300,000 km apenas hay degradación en las baterías (87%), una cifra muy por encima de lo que estiman los fabricantes al dictar la garantía (70%).

Sin embargo, el desgaste también está asociado al uso que se le da a la batería y cómo se realiza la carga. No es recomendable cargar el total en puntos de carga rápida (corriente continua), sino más bien en puntos de carga domésticos (corriente alterna). Hay que recordar que las baterías de vehículos eléctricos han sido diseñadas para soportar unos 1,000 a 1,200 ciclos de carga.
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